05 enero 2015

El amor de mi vida


Y era cierto cada vez que apuntaba a mis errores como niño a una herida abierta, y sí me dolía que pudiera verlos. Siempre me jacté de ser una persona con un escudo gigantesco de adamantium impenetrable e imposible de verse a través de el. Y resultó que no, ella veía a través no sólo de mi escudo, también de todas las pretenciones y fachas. 
¡Quién no quiere ser perfecto por primera y única vez para el amor de su vida!


Y no fue así, cuando ella llegó a tocar la puerta yo estaba en pantunflas, con mi cigarro arrugado colgando de una mueca, hecho un desastre en la cara, la mente y el cabello. Y sí, con mi taza de café helada en la mano. Así fue como abrí la puerta al amor de mi vida, claro que cuando la vi, ella era perfecta, tenía el aroma del Verano en su cabello y sus ojos no me recordaban más que aquellos hermosos días en la Riviera Maya, todo de ella me recordaba el infinito que jamás había visto y el cosmos que siempre creí, cómo lo creí.


Recuerdo haber soltado hasta el suelo mi taza aquella mañana cuando dijo, 

- ¿Tendrás agua para un té? -

 No supe si dejarla pasar a calentar el agua o quizá, correr a bañarme el alma, uno no piensa que un día cualquiera puede aparecer esa chica, la más hermosa, la más perfecta, la más imperfecta, uno no piensa que un día cualquiera puede ser un idiota que se saca la lotería del amor, uno no está preparado para ese momento, hasta que tiene que reclamar el título.

Entré en pánico por supuesto y sólo me desvestí el alma mientras mi cigarro se consumía y ella, ella sólo quería que le preguntara,

- ¿Siete azahares o verde con jazmín? -

Siempre pensó que jamás me importó su pregunta aquella tarde, creyendo que sólo bajo pánico logro hacer las cosas correctamente, no soy perfecto, lo sé y ella lo comprende. 

Ella ya no espera mi pregunta, yo la sorprendo con ambos tés

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