No tenía otra forma más pura de tocarla cuando se alejaba más que con mis letras, aunque a veces dudaba del poder que pudieran tener cuando ella dudaba de la vida o peor, de nosotros.
Supongo que no entiendo su vaivén de metamorfosis entre el pasado y el qué podrá ser, creo que si pudiera transformarlo y proyectarlo a algún punto en mi vida sería a ese mismo, en que ella duda y yo muero de terror. Y ciertamente, no tiene ningún caso.

Y es que quizá estuvo mal que le dijera que ya no la sentía como antes y era la verdad, pero no pude terminar de explicar aquello tan maravilloso. Ya no percibía su presencia de la misma forma que antes porque sencillamente habíamos transformado lo que teníamos, un simple beso se ha convertido en algo magistralmente inexplicable, imagina nada más cómo es el amarte, hermosa mía. Ahora era como si fuésemos uno mismo, como si algo más grande nos conectara, como si nos hubiéramos convertido en piezas que embonan sin presión la una con la otra.
Es irónico todo esto, que de pronto ame tanto escribir y la mayor parte del tiempo no tengo las palabras a la mano y es que es extraño porque sé que ella me entiende cuando un simple dedo toca su piel, que ella traduce esas palabras que cavernicolamente no sé poner en palabras de viento.
Y creo tal vez que ella tenía razones para creer que lo que hacíamos estaba mal, que una vez más no valía la pena, pero ¿Y si eres feliz? ¿Y si lo que tienes en las manos es lo que estás buscando? ¿Y si no quieres ir a ningún lado si no es colgado de su mano? Podemos nombrarlo capricho, porque claro que podemos, pero ¿no es amor? Cualquiera puede herir, consciente o inconscientemente, pero quedarse a reparar y remodelar todo, creo que para eso se necesitan agallas, mismas que afortunadamente tenemos los dos.
Es de verdaderos valientes limpiarse las rodillas y decidir continuar, decidir amar mejor y no más. Es de verdaderos amantes el comprender que hay cosas superiores y si ambos deciden que es así ¿Por qué no ser felices completamente?
